domingo, 29 de septiembre de 2013

Paráfrasis de Shakespeare


Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco» ? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera! (Romeo y Julieta de William Shakespeare).

¿Será que la imposibilidad se vuelve una motivación? Está noche, presa de la necesidad, he marcado a tu teléfono... tú voz seca, distante y hermética, primero, me hizo dudar; después de todo, yo he mantenido una distancia prudencial. Prudencia que tiene la distancia adherida así misma. Sin embargo, unos minutos fueron suficientes para que esa sonrisa tuya brotará natural y transparente, así como eres tú. Tú que tienes ese olor de tierra mojada extrañamente placentero y simple, olor, que invade cada pensamiento hasta los más guardados y reservados se humedecen por escucharte.

La prudencia, la moral, la severidad y los buenos modales buscan estar descalzos y caminarte. Aunque tú, tú, también dudas, ¿cuándo será el día que los relojes nuestros den la misma hora?

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Revancha involuntaria

La frase: "No volveremos a vernos"; es completamente falsa si la casualidad se obstina en poner tu camino frente al mío un día después de otro.




@clomarinclan (twitter)
Claudia Marinclan (FB)

Un día veraniego en Xalapa


Un amigo actor vive en Xalapa también; escribió por Facebook que quería verme y desayunar. Cuando vi el mensaje me pareció una buena idea, después de todo yo estaba sola y un desayuno en domingo no es despreciable ni siquiera para una ermitaña empedernida.











         Acordamos vernos once a.m., en Plaza Crystal, un lugar agradable y concurrido, llegué unos minutos tarde; salí con el tiempo rayando la impuntualidad en el regodeo de saber que vivo cerca.






De lejos, le veo usando lentes oscuros con celular en la mano, nos abrazamos, luce triste
, nos sentamos en una mesa junto al café “Bola de oro”,



 me hace muchas preguntas. Yo sé que él quiere hablar, desahogarse, no estar solo. Intento ser comprensiva y empática, después de todo acabo de llegar del DF y tampoco es que tenga mucho que hacer además de rumiar teoría teatral, aunque con semejante cuestionario pienso que ha sido una mala idea.

Enuncié un breve resumen equilibrado entre cosas positivas y negativas, no vaya a creer que soy extremadamente feliz y se sienta miserable o me muestre más miserable que él y se sienta mierda de no ser tan miserable. Cortésmente hago una pausa, devuelvo las preguntas, con ojos grandes, esperando que deje libre la pesadumbre que intenta contener con sus palabras de amabilidad. Me cuenta que ha roto con su novia, pedimos un par de cafés, relata atropelladamente por qué ahora es mejor estar solo .






Luego, entusiasta comenta querer salir, perderse por Xalapa, pide la cuenta y nos vamos. 




Me pregunta en dónde quiero desayunar, agrega, hoy iremos adónde tú quieras, si quisieras ir a Chachalacas iría contigo.




 Animada por su disponibilidad propongo ir a Coatepec.





Mientras maneja me siento relajada, me tiró en el asiento y siento libertad de hablar, ahora escucha, creo que como conductor prefiere no hablar tanto, 




entonces, logro liberar mis congojas guardadas. 




Día soleado me siento feliz de haber dejado la ciudad y el ruido de los autos. 




Nos sentamos en un restaurant del centro de Coatepec, elijo un sitio que este en la calle para ver a la gente pasar y sentir el sol.

En la mesa de a lado Ari Brickman cantante-actor de la escena mexicana conocido no sólo por su talento sino además por su atractivo masculino, lo miro con el rabillo del ojo, él mira que lo miro, su piel blanca se pone roja, su gorra negra logra hacer sutil el ataque del sol.






Me escapo de vez en cuando de la conversación: teatro, amor, poder... ¿qué más pueden hablar dos personas que tienen años de no verse? 




Caminar e ir al teatro.

Está noche veremos Existencia de Abraham Ocerasky, nada mejor que cerrar este día con un artista que resiste y crea en medio de la dificultad. 




Compramos los boletos, para este punto de la tarde siento que somos lo mejores amigos. La calma y el vacío nos hacen sentir algo de paz




. Vemos el reloj, tenemos una hora libre, los temas son inagotables




. Me reconforta pensar que no volveremos a vernos, que esta saliendo conmigo porque esta completamente deprimido, pero tiene un estilo generoso de expiar su depresión. 




Me ha comprado un durazno y merengues (sin olvidar el torito de cacahuate en el centro de Coatepec), comemos sentados en la cajuela del auto. Abraham Oceransky se acerca, tal vez considere extraño ver en su teatro un auto con la cajuela abierta, nos mira platicando, saluda y se aleja.




 La hora de la función se aproxima, entramos al lobby del teatro, y de pronto veo entrar a Alberto.






-¡Clau




!
-¡Beto




!
Hago las presentaciones torpemente: Teo, Beto...




- Felicidades, supongo que te quedaste en la maestría...-





-Sí, muchas gracias.





Me extiende su mano lánguida y dudosa




.
-Un abrazo, ¿verdad? es una felicitación




- me levanto con el impulso de querer tocarlo.
-Te ves más morenita, ¿estás quemadita?





- No, sólo sol de ciudad.





Instintivamente, Teodoro me pregunta de dónde lo conozco, digo que lo conocí en un café, desdeñosa.





- El lugar donde trabajo hasta que se normalice lo de la beca- agrega él.






Una conversación cordial entre los caballeros, lo cual me relaja porque yo no he dejado de mirarlo




.

Estoy viendo sus ojos cafés, y esa sonrisa que tiene natural en medio de cada frase. 




Si me mira me pongo seria; espero no note que mi respiración es más rápida.




 Abraham Oceransky pasa, vuelve a sonreírme.




 Alberto, se mueve para que pase el maestro y hace burla de mi admiración por el director. No puedo evitarlo, mi mano toca la suya




, le doy un suave pellizco e intento dominar a mi cuerpo que no deja de querer acercarse. 




Teodoro, mi amigo, me dice -preciosa vamos a entrar- 




¿preciosa? ¿de dónde viene eso? No digo nada, no puedo pensar, camino. Beto se queda atrás,




 se sienta a dos lugares de nosotros en la misma fila.




 Irónicamente, la primera vez que salimos Beto y yo fuimos a ese teatro, a ver a ese director, con otra obra, ¿la vida se repite infinitamente para decirnos que nunca estaremos juntos?




 Final de la obra, aplausos, que paz... ahora podremos irnos, se acerca un hombre y nos dice que han decidido por ser fin de temporada 




hacer una charla (el odioso metateatro de los mexicanos). 






Mmta, pienso, ni huir en estos tiempos




 es fácil.




 Un par de comentarios aduladores, nada para abrir una discusión.




 Primero pienso que no quiero comentar, sin embargo, al ver esa baja calidad de participación mi ego académico me impide seguir en ese espectáculo decadente de flores a los actores. 




Pregunto a Oceransky, ¿por qué Artaud?




 Él no estaba moderando la charla, pero responde, explica, describe su proceso. 




Teodoro, pregunta o habla, no entiendo que dice, yo estoy mirando a Beto con el rabillo del ojo. 




Termina Teodoro, Beto toma la palabra, debo confesar que no entiendo como la gente diga tanto y no entender nada.






La charla termina, Beto saluda a una de las actrices, una guapa, me estoy poniendo celosa. Me despido de Oceransky. Teodoro quiere seguir sentado 




le pido que nos vayamos




 la escena es un poco rara, porque no es una escena es la vida




 y yo no soy la protagonista de nada




 no quiero ver a Alberto hablando con otra mujer, eso es todo.




 Salimos, subimos al auto, no dejo de pensar en él, no escucho a Teo, poco le importa.






Me lleva a cenar, sigo pensando en él, me incomoda, ¿por qué pienso en él?




 
Afuera




 de pronto 




un choque: un auto se impacta contra una camioneta de policías, de esas de granaderos




; me pongo nerviosa, el policía saca un arma larga y le apunta contra la cabeza del conductor.




 Alguien grita - le va a disparar-, otra voz, dice, ¡Todos al piso!- ; 




contradicción entre la curiosidad de seguir viendo lo que pasa ante el deseo de preservación; el policía sigue apuntando al hombre; nos tiramos al piso, 




suena a lamina, 
o mejor dicho, cómo la defensa se ha caído. El auto y la camioneta de policías se alejan. ¿Narcos? 




¿Seguridad?




 ¿Accidente?






- Eso es normal en Xalapa, dice una mesera, mientras limpia y retira los platos medio vacíos.






No puedo concentrarme, Teodoro, comienza a hablar de hombres buenos y malos, comienzo a detestarlo.




 Quiero ir a casa, lo expreso, aunque él dice que no pasará nada ahora. 
Llegamos a mi casa, parece querer que lo invite a pasar, yo quiero estar sola. Hakú, mi gato, sale elegante y bello,




 abro la puerta y lo cargo; Teodoro parece no querer a los gatos, se retira.




 Bajo al minino  cierro la puerta, camino hasta mi habitación, enciendo el portátil y pongo música de Ari Brickman el cantante-actor guapo de la escena mexicana actual.

         




28.07.2013




@clomarinclan (twitter)
Claudia Marinclan (FB)

martes, 24 de septiembre de 2013

Diálogo uno


Siempre supe que sería yo quién no tendría la fuerza para mantenerte lejos.



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