Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un
Montesco. ¿Qué es «Montesco» ? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni
parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos
rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se llamase
Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el
nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera! (Romeo y Julieta
de William Shakespeare).
¿Será que la imposibilidad se vuelve una
motivación? Está noche, presa de la necesidad, he marcado a tu teléfono... tú voz
seca, distante y hermética, primero, me hizo dudar; después de todo, yo he
mantenido una distancia prudencial. Prudencia que tiene la distancia adherida así misma.
Sin embargo, unos minutos fueron suficientes para que esa sonrisa tuya brotará
natural y transparente, así como eres tú. Tú que tienes ese olor de tierra
mojada extrañamente placentero y simple, olor, que invade cada pensamiento hasta los más guardados y reservados se humedecen por
escucharte.
La prudencia, la moral, la severidad y los
buenos modales buscan estar descalzos y caminarte. Aunque tú, tú, también
dudas, ¿cuándo será el día que los relojes nuestros den la misma hora?
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