miércoles, 1 de enero de 2014

Día uno, ningún día.



Estás palabras son un homenaje, estás palabras no buscan explicación, estás palabras sólo buscan expiar, lo que dentro no tiene sentido.

Ana murió.

Por la mañana, sonó el teléfono alrededor de las siete, era Javier, medio hermano de Ana, primo mío, mi madre le contesto; luego del silencio, ella entro a verme.


- ¿qué haces? me preguntó;
-  no me digas, Ana.

Ahora, damos vueltas todos, mi padre él más triste por ser su sobrina sanguínea, está más silencioso que de costumbre, no ha roto nada, no ha gritado, ni llorado, tal vez aceptó que la muerte sólo es muerte, después de tantas muertes, de las muertes en todo el mundo, en todos los sitios, en todos los tiempos.

La habíamos visitado, mi madre, la tía Luisa y yo, pero esas oraciones suplicantes por un poco de piedad, no tenían receptor, ¿hay alguien del otro lado escuchando? Da igual, es el inicio del año, es el primer día del año, es bello de cualquier modo entender que la contradicción forma parte de la belleza de estar viva. Es bello igual recordarla en su última morada con ese suéter rojo y cubriéndose la cara tratando de evitar todo sonido, fue bello ver su última imagen frágil, bello pero doloroso, fragilidad y vulnerabilidad, dentro de la vida.

Día de luto.



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