Estás
palabras son un homenaje, estás palabras no buscan explicación, estás palabras
sólo buscan expiar, lo que dentro no tiene sentido.
Ana
murió.
Por
la mañana, sonó el teléfono alrededor de las siete, era Javier, medio hermano
de Ana, primo mío, mi madre le contesto; luego del silencio, ella entro a
verme.
- ¿qué
haces? me preguntó;
- no me digas, Ana.
Ahora,
damos vueltas todos, mi padre él más triste por ser su sobrina sanguínea, está
más silencioso que de costumbre, no ha roto nada, no ha gritado, ni llorado,
tal vez aceptó que la muerte sólo es muerte, después de tantas muertes, de las muertes en todo el mundo, en todos los sitios, en todos los tiempos.
La
habíamos visitado, mi madre, la tía Luisa y yo, pero esas oraciones suplicantes por un poco de piedad, no tenían receptor, ¿hay alguien del otro lado escuchando?
Da igual, es el inicio del año, es el primer día del año, es bello de cualquier
modo entender que la contradicción forma parte de la
belleza de estar viva. Es bello igual recordarla en su última morada con ese suéter
rojo y cubriéndose la cara tratando de evitar todo sonido, fue bello ver su
última imagen frágil, bello pero doloroso, fragilidad y
vulnerabilidad, dentro de la vida.
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