Ante la
dificultad para tener una relación estable como consecuencia de una crisis
generacional, diría yo, y como respuesta a los nuevos tiempos, se produce un
estado de promiscuidad, quizá innecesario, evitando las relaciones
convencionales o incluso como una táctica de resistencia a la monotonía de
aquellas relaciones duraderas.
En lo personal, no prefiero los contratos largos y cerrados porque
considero hacen mucha expectativa de un futuro que muy probablemente nunca
vendrá. Sin embargo, soy partidaria de las emociones profundas y sinceras; esto
es lo que siempre me ha inquietado cuando me enamoro.
Cuando veo algo en una persona: energía, luminosidad, entereza, siento
deseos de conocer. Una de las motivaciones del enamoramiento:
“saber todo del otro”. Esa premisa supondrá dos fracasos, el primero dado lo
imposible de "saber todo del otro"; y luego, en el entendido de que algo del otro
pueda ser captado, asimilar que será completamente diferente a como se le ha
imaginado. También podemos pensar en la decantación hacia el hartazgo, cuando
hemos conocido tanto del otro que pensamos nada puede motivarnos.
Mis cuestionamientos nacen ahí ¿por qué querer tener al otro…, poseerlo? No
me refiero, únicamente, a la pretensión de una relación larga y duradera. La
eternidad se vuelve un contrato tan largo cuando se mira de esa forma, sino
¿por qué intentamos controlar a las personas? ¿tan poco valemos que no podemos
demostrar lo que sentimos? ¿Es mejor tener una colección de fantasía que
afrontar una realidad que nace dentro de nosotros?
Reconozco mi falta de paciencia para la eternidad pero desprecio la
intención de “ganar”, de vencer al otro, de hacerle caer en su juego. Tal vez, para mi sería más divertido un simple momento de risas en la cocina mientras se
desayuna, aunque después de eso venga la separación inevitable; al tortuoso
juego de ganar y tener el poder del otro; pero hay gustos en todo.
La separación no es más que un acto equilibrado entre la vida de uno y
otro, tal vez hay voluntades que no puedan pertenecerse porque alguno necesita
muchas seguridades para confiar en las personas y les reta, les pone a prueba, hace
trucos, dosifica su tiempo, se oculta, se aleja, aparece y desaparece; mientras la otra
persona tal vez, quisiera confiar al ver ese canto de imprecisiones se aleja.
¿Será que las reflexiones sobre fidelidad sean caducas? ¿Y debiéramos hablar sólo sobre la
transparencia y la lealtad? Empezando con un espejo en el que podamos mirarnos
sin miedo.
Reflexiones y divagaciones de madrugada, en las cuales, lo único que
concluyo es que existe gente que no esta lista ni siquiera para ser un buen
amante.
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