martes, 15 de octubre de 2013

No estar listo para ser un buen amante


Ante la dificultad para tener una relación estable como consecuencia de una crisis generacional, diría yo, y como respuesta a los nuevos tiempos, se produce un estado de promiscuidad, quizá innecesario, evitando las relaciones convencionales o incluso como una táctica de resistencia a la monotonía de aquellas relaciones duraderas.

En lo personal, no prefiero los contratos largos y cerrados porque considero hacen mucha expectativa de un futuro que muy probablemente nunca vendrá. Sin embargo, soy partidaria de las emociones profundas y sinceras; esto es lo que siempre me ha inquietado cuando me enamoro.

Cuando veo algo en una persona: energía, luminosidad, entereza, siento deseos de conocer. Una de las motivaciones del enamoramiento: “saber todo del otro”. Esa premisa supondrá dos fracasos, el primero dado lo imposible de "saber todo del otro"; y luego, en el entendido de que algo del otro pueda ser captado, asimilar que será completamente diferente a como se le ha imaginado. También podemos pensar en la decantación hacia el hartazgo, cuando hemos conocido tanto del otro que pensamos nada puede motivarnos.

Mis cuestionamientos nacen ahí ¿por qué querer tener al otro…, poseerlo? No me refiero, únicamente, a la pretensión de una relación larga y duradera. La eternidad se vuelve un contrato tan largo cuando se mira de esa forma, sino ¿por qué intentamos controlar a las personas? ¿tan poco valemos que no podemos demostrar lo que sentimos? ¿Es mejor tener una colección de fantasía que afrontar una realidad que nace dentro de nosotros?
Reconozco mi falta de paciencia para la eternidad pero desprecio la intención de “ganar”, de vencer al otro, de hacerle caer en su juego. Tal vez, para mi sería más divertido un simple momento de risas en la cocina mientras se desayuna, aunque después de eso venga la separación inevitable; al tortuoso juego de ganar y tener el poder del otro; pero hay gustos en todo.

La separación no es más que un acto equilibrado entre la vida de uno y otro, tal vez hay voluntades que no puedan pertenecerse porque alguno necesita muchas seguridades para confiar en las personas y les reta, les pone a prueba, hace trucos, dosifica su tiempo, se oculta, se aleja, aparece y desaparece; mientras la otra persona tal vez, quisiera confiar al ver ese canto de imprecisiones se aleja.

¿Será que las reflexiones sobre fidelidad sean  caducas? ¿Y debiéramos hablar sólo sobre la transparencia y la lealtad? Empezando con un espejo en el que podamos mirarnos sin miedo.

Reflexiones y divagaciones de madrugada, en las cuales, lo único que concluyo es que existe gente que no esta lista ni siquiera para ser un buen amante. 

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