¿Llegó tarde o llegó a tiempo?
¿Llegó antes o llegó en lugar de…? No logró sentarse a mi
lado.
Llegó con entusiasmo,
me miraba, sonreía, repetía mi nombre como mantra.
Yo me burlaba de su amor,
le contaba sobre otros, le hablaba de cualquier cosa, quise
desilusionarlo del todo.
La vanidad siempre se contenta con palabras de adulación,
pero la adulación es un chantaje para controlar.
Rechace sus halagos, sus recuerdos, sus mantras y su
canción.
Reímos mucho.
No fue trágico, no era una despedida solemne.
Un músico como él no sabe ser triste, y yo no sé ser
respetuosa, así que tome sus heridas las abrí y les eché limón.
Él reía y quería llorar, pero no podía.
Él sabía que yo tenía razón:
el papel de mártir no le quedaba
y mi papel de villana era bastante malo.
- No va a pasar- le dije.
- Lo sé- contestó.
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