domingo, 15 de diciembre de 2013

Después del cumpleaños en una ciudad nublada



La maletas estaban medio hechas. Una con las cosas que quiero llevar a Valencia, una pequeña de las cosas que usaré, todavía, en DF y una mochila de viaje sólo para mover un libro y el portátil. Luego haré una visita logística a Xalapa, un par de trámites y cerrar el contrato de arrendamiento, una semana no más.

El viernes pasado visitamos a Ana María, no hay mucho que comentar: Cabeza rapada, cabeza abierta, cabeza inflamada. Aún así, mi padre quiso festejar su cumpleaños, fue ciertamente patético, pocos invitados de su familia: una hermana. Llegaron algunos amigos de él, de mi hermano, familia de mi mamá. Él parecía divertirse, estaba contento, alrededor la gente parecía forzarse a festejar.

Por la mañana a ordenarlo todo. Mi madre entra a decirme que su hermana Pilar, mi tía favorita, está en el hospital, sus intestinos no funcionan.


Yo estoy a punto de irme, no puedo ser útil en nada, veo las tristezas de otros, y yo sólo puedo seguir adelante. Quiero saber que a todos les pasan cosas tristes, para sacarlas del cajón de las cosas tristes y colocarlas en el lugar de la normalidad. Quiero decirme que todo es transitorio y que no tengo ningún lugar en estos sucesos, por eso puedo irme.


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