viernes, 6 de diciembre de 2013

Bla bla bla, bli bli blo blu

Bla bla bla, bli bli…

Todo lo que hemos dicho son palabras que pueden diluirse, cambiarse, modificarse. A veces, uno cree tanto en la palabra porque nos enseñan a que enunciar es parte de la verdad más inminente. Sin embargo, los ojos delatan que no existe una correspondencia entre lo enunciado y lo que se calla.
     Pienso que la mayor parte del tiempo, nuestras palabras están educadas sólo para obtener deshonestamente lo que queremos, ya que tememos a la acción, tenemos miedo de hacer, de realmente hacer.  Las acciones son algo más poderoso que la palabra. La palabra tiene su magia y su poder, desde luego, pero todo en el plano de la pretensión, aquella nobleza y sensibilidad que sólo se encuentra de “dientes pa’fuera” pero cuando todas las acciones son negativas, demandantes, egocéntricas, abúlicas, agónicas… qué pensamos.
          No pidan que me conforme con unas palabras endulzadas con canderel, mejor el silencio.
          El silencio como lupa nos ayuda a ver las acciones, el silencio nos protege de la precipitación nos lleva a la reflexión y nos acerca a la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario